Póngame algo rosa, por favor. |
El metro es rápido y eficiente, pero algo laberíntico. Resulta curioso el silencio que habita dentro de los vagones. Hemos estado en bibliotecas donde la gente hablaba más (evidentemente, españolas). Eso sí, cada viajero fija la vista en la pantalla de su móvil o iPad.
Pero ese carácter reservado explota durante la noche, cuando, al salir del trabajo, se reúnen grupos de hombres a beber cerveza, fumar y sorber fideos. El escándalo que hacen al hablar y reír calurosamente dificulta la conversación del comensal de al lado.
Degustando las especialidades locales |
Otro aspecto curioso es el silencio de los coches en el centro de la ciudad. Eléctricos o híbridos, la flota automovilística nipona parece sacada del futuro.
También nos ha impactado el culto a la individualidad. En una sociedad tan numerosa y subordinada al orden, la juventud ansía desesperadamente diferenciarse del prójimo y recorre las tiendas de moda en busca de su personalidad. La mezcla en la calle resulta conmovedora: hordas de ejecutivos ataviados con uniforme de pantalón gris, camisa blanca, zapatos y cartera de trabajo. Frente a mil variaciones y combinaciones de todo tipo de ropa, complementos, maquillaje y peinados en los jóvenes. Si es la vanguardia de la moda o simplemente horteradas, que lo juzgue cada uno.
También nos ha impactado el culto a la individualidad. En una sociedad tan numerosa y subordinada al orden, la juventud ansía desesperadamente diferenciarse del prójimo y recorre las tiendas de moda en busca de su personalidad. La mezcla en la calle resulta conmovedora: hordas de ejecutivos ataviados con uniforme de pantalón gris, camisa blanca, zapatos y cartera de trabajo. Frente a mil variaciones y combinaciones de todo tipo de ropa, complementos, maquillaje y peinados en los jóvenes. Si es la vanguardia de la moda o simplemente horteradas, que lo juzgue cada uno.
PiA
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