jueves, 17 de julio de 2014

48 horas en Tokyo dan para mucho

Póngame algo rosa, por favor.

Cumplimos nuestros primeros 2 días en la capital nipona y ya empezamos a sentir el pulso de la ciudad. El jet lag parece que comienza a dejarnos descansar y poco a poco nos vamos integrando a base de recorrer kilómetros de asfalto. Los días son tremendamente húmedos y calurosos, y el cielo se llena de bruma gris aumentando la sensación de bochorno. De momento todos los paraguas que vemos están destinados a proteger del sol.

El metro es rápido y eficiente, pero algo laberíntico. Resulta curioso el silencio que habita dentro de los vagones. Hemos estado en bibliotecas donde la gente hablaba más (evidentemente, españolas). Eso sí, cada viajero fija la vista en la pantalla de su móvil o iPad.
Pero ese carácter reservado explota durante la noche, cuando, al salir del trabajo, se reúnen grupos de hombres a beber cerveza, fumar y sorber fideos. El escándalo que hacen al hablar y reír calurosamente dificulta la conversación del comensal de al lado.
Degustando las especialidades locales
Otro aspecto curioso es el silencio de los coches en el centro de la ciudad. Eléctricos o híbridos, la flota automovilística nipona parece sacada del futuro.
También nos ha impactado el culto a la individualidad. En una sociedad tan numerosa y subordinada al orden, la juventud ansía desesperadamente diferenciarse del prójimo y recorre las tiendas de moda en busca de su personalidad. La mezcla en la calle resulta conmovedora: hordas de ejecutivos ataviados con uniforme de pantalón gris, camisa blanca, zapatos y cartera de trabajo. Frente a mil variaciones y combinaciones de todo tipo de ropa, complementos, maquillaje y peinados en los jóvenes. Si es la vanguardia de la moda o simplemente horteradas, que lo juzgue cada uno.
PiA

Silencio, por favor.


















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