jueves, 31 de julio de 2014

El reservorio del legado cultural japonés

4 km de toriis sagradas le acercan al cielo
Hoy en día la capital de Japón es la inabarcable ciudad de Tokio, pero hubo un tiempo, no muy lejano, donde la actividad del archipiélago giraba en torno a otra zona y los samuráis y las geishas paseaban por las calles entre templos budistas y santuarios sintoístas. Para intentar retroceder en el tiempo hasta ese momento, nos trasladamos a Kioto y la vecina Nara, dos emplazamientos que sirven de reservorio del legado cultural japonés y donde el empacho de templos está asegurado. 

¿Quién brilla más: el templo o nosotros?
Sin tener aún claro si es lo habitual o simplemente un devenir de Fortuna, el cielo nos regala los días más húmedos, calurosos y asfixiantes de nuestra, ya no tan corta, estancia japonesa. Con tres días por delante, una humedad relativa del 85% (una sauna turca, vamos) y 17 lugares declarados Patrimonio Mundial por la Unesco en Kyoto más otros 8 en Nara, uno debe poner límites y preferencias si no quiere acabar haciendo turismo en un hospital japonés. Por eso, ataviados de crema solar, gafas, gorro y agua, mucha agua y haciendo uso de la premisa "lo bueno, si breve, dos veces bueno", visitamos los puntos más emblemáticos disparando fotos a diestro y siniestro. Desde luego, si alguien pretende abarcarlo todo, esperamos que disponga de tiempo suficiente, de lo contrario corre el riesgo de saturación y colapso.

Practicando artes marciales con la fauna local
La verdad es que resulta impresionante, pero algunos detalles deslucen lo que, de otra manera, sería una experiencia realmente mística. 
Para empezar, los templos y santuarios están construidos en madera, lo que hace que muchos de los monumentos hayan sido reconstruidos tras incendios, derribos, carcomas o el simple deterioro por el paso del tiempo. Nos preguntamos: ¿hasta qué punto una reconstrucción, por muy fideligna que esta sea, conserva la esencia del original?
En segundo lugar, la ingente cantidad de turistas que diariamente visitamos estos lugares le resta trascendencia a la experiencia. Todo adquiere ese aire de "atracción de feria" cercano a un parque temático, una sensación de irrealidad que, paradójicamente, obliga a esforzarse a imaginar cómo debían ser las cosas cuando realmente estamos en el mejor lugar para imaginarlas.

Unos guías inesperados pueden aparecer en cualquier momento
Con estas reflexiones pasamos las horas de sombra en sombra y agradeciendo la presencia de máquinas dispensadoras de bebidas de todo tipo bien fresquitas en cada esquina de Japón, usando autobuses urbanos que te criogenizan al subir y sorbiendo sopas de fideos servidos entre cúbitos de hielo y hojas de arce... Empezamos a estar realmente en sintonía con Japón... ¡no nos extrañaría amanecer un día con los ojos rasgados!

PiA

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